Comentario
La popularización del bronce en la dinastía Han se produjo por un incremento en la demanda y un abanico social más amplio que vio en la posesión de objetos de bronce una connotación de poder y prestigio. La calidad bajó ostensiblemente, exceptuando las piezas destinadas a uso imperial. Técnicamente el bronce ya había adquirido su máximo grado de desarrollo y, ante la pérdida de su valor ritual, pasó a convertirse en un soporte sobre el que realizar una imaginativa y barroca decoración, anulando el valor del material al recubrirlo con oro, plata e incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas. Esta ausencia de valor ritual y apreciación táctil no sólo se produjo respecto a la decoración sino también a las formas. Se simplificaron vasos y recipientes rituales al estar ahora destinados a usos más profanos; al mismo tiempo se incorporaron otras más apropiadas para sus nuevas funciones. De éstas muchas procedían del contacto con los pueblos limítrofes, como es el caso de las piezas zoomórficas, mientras que otras pueden ser consideradas como alardes imaginativos donde el material es utilizado como soporte a grupos escultóricos tratados con un fuerte realismo. Fíbulas y espejos completan el repertorio de las formas en bronce Han.
La cerámica como material no fue sustituida por ningún otro; ampliaría sus usos y funciones asociados tanto a la vida cotidiana como a los ajuares funerarios, permitiendo un enriquecimiento formal y decorativo así como un perfeccionamiento técnico muy importante. La cerámica fue más allá de su valor para dar forma a recipientes de uso cotidiano y se moldeó siguiendo las formas del mundo real, cuyo inmediato precedente lo encontramos en el ejército de terracota de Qin Shi Huang Di. Frente a la monumentalidad de este mausoleo, a partir de la dinastía Han el tamaño de las figuras de los ajuares funerarios disminuyó sensiblemente, mostrando todos los aspectos de la vida: del militar al lúdico, pasando por connotaciones religiosas en tanto y cuanto fue utilizada como soporte para representaciones pictóricas asociadas al mundo supranatural. Desde el punto de vista técnico la cerámica inició en la dinastía Han su proceso y evolución, añadiendo nuevas sensaciones táctiles al barro mediante la aplicación de barnices coloreados y la mezcla de nuevos ingredientes en la pasta capaces de estilizar las formas y apreciar distintas cualidades con el tacto. Uno de los primeros barnices utilizados se consiguió con la aplicación del óxido de hierro que, tratado en una atmósfera oxidante, produce un color verdoso semejante al del jade.
La laca, conocida desde la dinastía Shang, alcanzó con los Han una gran difusión puesto que no sólo se utilizó como complemento a otros materiales (bronce, madera) sino que adquirió una total autonomía que la condujo a ser valorada por sí misma, tanto en su vertiente estética como práctica. La técnica -de origen chino- fue difundida por todo el Extremo Oriente, siendo desconocida en Occidente hasta fines del siglo XVI. Como elemento vegetal (procede de la resina del árbol Rhus Vernicifera cultivado en el centro y sur de China) requiere un proceso de transformación muy elaborado que permita su cambio de estado líquido a sólido y su posterior manipulación (pintada, esculpida, con incrustaciones...).
La valoración del material proviene del brillo, suavidad y transparencia que adquiere su superficie, así como su inalterabilidad en el tiempo, lo que la hizo ser muy apreciada para su uso en los ajuares funerarios. En la vida cotidiana se utilizó por sus cualidades de conservar y proteger el calor y los alimentos. Durante la dinastía Han la técnica desarrollada para su decoración fue la pintura aplicada con pincel y pigmentos negros y rojos, formando diseños curvilíneos procedentes de la abstracción de motivos animales y vegetales. A pesar del lento proceso de aplicación y secado de las diferentes capas de laca, ésta estuvo presente a lo largo de toda la historia china, introduciendo nuevas técnicas (laca seca, pintura con oro -miaojín-, esculpida...), adaptándose a nuevas formas y gustos.
La apreciación de la seda y su valoración formal no fueron novedosos para los Han, ya que era conocida y admirada desde muchos siglos atrás. Sin embargo, fue con los Han cuando se inició un proceso de industrialización motivado por su valor en el mercado, semejante al del oro dentro y fuera de China. El origen de la seda es tan remoto como incierto, y sólo los relatos literarios nos hacen referencia a sus comienzos, remontándose a las grandes figuras mitológicas. El desarrollo de su industria estuvo tan relacionado con el mundo femenino que es a la concubina del mítico emperador Huang Di a quien se atribuye, tras observar el trabajo de la crisálida, el descubrimiento de la manipulación del capullo de seda. Si bien, en sus comienzos, su utilización fue exclusiva del emperador, pronto se extendió, no sólo en relación a la indumentaria sino también a otros usos tales como la fabricación de instrumentos musicales, papel, e incluso, doblada y tejida de un modo especial se consiguió que fuera impermeable y, por ello, útil para transportar líquidos. La suavidad, ligereza y ductibilidad de la seda, junto a su brillo y las infinitas posibilidades que adquiere mediante los diferentes procesos de hilado, tejido y bordado, no han variado ni en el tiempo, ni en su apreciación en las diferentes culturas.